NÉSTOR SÁNCHEZ : UN RETRATO, por Hugo Savino
Para Américo Cristófalo
Néstor Sánchez reemplazó la pasión de hacer fragmentos escritos por el vagabundeo, primero, por el vagabundeo espiritual, solo, después, no sé cuándo, sintió la necesidad de ir la calle. O quizás se le impuso el vagabundeo, pudo más que la literatura, que se le deshilachó. Andar por ahí se le convirtió en una pasión, y se alejó del mundo, de él mismo. Siempre vio el mundo, pero no pudo tomarse un descanso de los horrores. Tampoco dijo mucho sobre qué vio y cómo se le estragó la épica. Decía, obstinado, cuando yo le hablaba de su don: perdí la épica. Y se apartó. Vivió apartado. La vulgaridad le sacaba una mueca, y mucho silencio. Nunca se olvidó de Apollinaire: ¿por qué? En 1986 parecía que estaba siempre yéndose, todavía la espiritualidad lo envolvía, la calle o el camino le mandaban mensajes. Escribió Condición efímera: intento de rescate o de invención de otro hilo. Otro poema. Plantó. El viaje hacia el futuro de la vida eterna le corrió la épica. Ahí la muerte empezó a tomarle la sopa. Néstor Sánchez tenía una velocidad de espíritu que lo puso en vulnerabilidad. Las naturalezas toscas lo abrumaban. No pudo buscarse un lugar en el mundo. Caminar por un rectángulo o por calles sin veredas, deambular pudo más que tiempo, había que acallar las resonancias, alguna música insoportable. Hasta ir a parar al cordón de la vereda. Sin quejas. Una vez fue a dar una conferencia y entendió algo definitivo: lo sobrecogedoramente universitario. Ya estaba desesperado de desasosiego. Sacó la mano a espiritualidad, a camino, a caminata hasta zapato roto. Quería encontrar ese De Kooning que una vez quiso abrazar. O lo atrapó la tentación de desaparecer, de disolverse en las calles de esa cuadrícula. ¿Qué vio ahí? Néstor Sánchez pasó de una literatura física a una espiritualismo físico volvió a su literatura física, y después se concentró, como pudo, en no ir a ninguna parte. En Néstor Sánchez la concentración es específicamente física. Es una exigencia de la fragmentación. Va del tango a la novela, a la espiritualidad, a los relatos, a la vida atea y contemplativa: ahí se queda. Y no dejó de desplazarse. Vagabundo. O clochard: no le venía mal esa palabra. O lumpen: la conducta como oración. Un día me dijo: Beckett tuvo suerte con Godot: pudo seguir tranquilo, aseguró economía, no le apuraron la sopa.
Sánchez siempre leyó con exactitud – la lectura en voz alta estaba en esa precisión: no era una armonía, estábamos en el sonido. Néstor Sánchez nunca se defendió del arte, de lo que amaba: “con otro refregándose pornográficamente contra un de Kooning”. Puso el mundo en su voz interior, el rollo de adentro lo escribió en poema.
Willem de Kooning era el pintor de Néstor Sánchez.
Tenía la delicadeza de hacernos creer que estábamos en el mismo barco, pero bastaba con leerlo para darse cuenta de que él se había bajado en otro puerto. Pero: había que leerlo. Frecuentarlo era leerlo. Sus novelas eran como su baile: la muerte del compadrito. A él le tocó escribir en épocas del matonismo sartreano. Cada época tiene sus matones. Ahora son lacanianos o filosóficos o poetas del consenso. Sacar el pie como nadie lo sacaba. Sánchez es el escritor, no de lo que sucede sino del ritmo de lo que sucede. Un pie no baila, sale. Sale a lo destiempado. A tango: a jazz. El jazz: “no adhiere a mundos corroborables. Se toma el tema y se lo destruye, o sea el hombre es convocado por lo concebido, pero lo concebido no lo ilustra, ni lo limita”.
Sánchez no estaba asustado: no tuvo que salir corriendo a pensar la realidad.
A Cita:
“me permito cualquier clase de término, de giro, de invención absoluta”.
“Jamás ir a la página con un plan de escritura”.
“Leyes aprendidas a fuerza de error”. (Nosotros dos)
Para Sánchez la memoria y la transmisión son temblorosas.
La memoria: “¿Entonces toda memoria, toda memoria personal y por lo tanto apesadumbrada por el sin ton ni son sobreentiende, fundamentalmente, el olvido, la desmemoria? Es decir que sólo quedaría recordar que se ha olvidado, que se ha olvidado tanto, a fin de algún día (ni cercano ni demasiado probable) admitir ese incierto y mucho más evasivo recuerdo de tanta desmemoria. ¿O sea que cualquier vida puede ser contada en diez minutos?...
Dicho de otro modo: esa devastadora desmemoria destiempada y desarticulable...”. (Cómico de la lengua)
Para Sánchez la experiencia profunda es intransmisible –pero la escritura tiene una dimensión ética que empuja a poner ese intransmisible: quede lo que quede –hay una obligación de decir.
Tampoco importa mucho si la voz de Sánchez sigue siendo incomprensible para esos turistas de la literatura, no tiene ningún interés, los poetas del libro colectivo no están hechos para la lectura, ahora toman clases de balbuceo con la policía del pensamiento.
Sánchez empieza contando con un lector imposible.
“El escritor no tiene que contar algo que sabe de antemano, sino que va a la página a consultar una memoria que está fuera del tiempo”.
“El lumpen mal definido por Marx, aquellos, los únicos que tienen la conducta como oración”.
Lumpen para Sánchez: el músico nocturno inconformista, el ladrón de caja fuertes: para ése, es imposible equivocarse. La capacidad de atención. El lumpen se oculta – hay en él una necesidad de ocultamiento.
Lo estrictamente Raúl Berón en Sánchez.
Lo beligerante sanchístico es su manera de hacer lista de rechazo.
Lo Troilo en Sánchez es puente a lo clochard celeste kerouac.
Para Sánchez en el mundo de las letras se trata de ser marginal. Un escritor va al estado de gracia: se relaciona consigo mismo de manera imponderable: “como amistad que no se traiciona”.
Soplo del Ángel subterráneo.
La voz interior es la única brújula –hasta perderse.
Néstor Sánchez se llevó un Carlo Emilio Gadda para ver si arrancaba.
La música: “si es intérprete se está fatalizado”.
“La disyuntiva de la música es lumpen”.
Néstor Sánchez: “Yo digo que el ritmo de lo que ocurre es la mejor frase que encontré para decir lo que es mi trabajo narrativo. Porque el ritmo va produciendo la sucesión de imágenes. La historia interesa y no interesa, el lenguaje interesa más que la historia”.
Puntuación: “La puntuación por otra parte, debe volverse imposición de cadencia”.
Para Sánchez se trata de avanzar hacia lo que no estaba pensado: ir sacándose de encima lo que en las palabras había de pensado.
Lo pensado y remanyado hasta lo sobado era la bestia negra de Sánchez.
Siberia tenía todo para novela realismo testimonial: entra el jazz –improvisación- y Sánchez conquista otro tono. (Reportaje Bajarlía)
Leer Sánchez es entrar en un largo período de pérdida. (Reportaje Bajarlía)
“Mi imagen como escritor es por lo general resistida y esto llega, aunque parezca mentira, al ámbito de las editoriales, donde aparezco como un raro de cierto peligro para el buen negocio de la facilidad y de los lugares comunes que tanto abundan”.
La obra de Sánchez enciende las futuras rivalidades. Trabaja en contra del consenso.
Los cuchitriles de las novelas de Néstor Sánchez aparecen por sacudones, en ráfagas, a libro abierto como quien dice “yo leo a libro abierto”.
Una cita: -Su Lista de Rechazos -(para ir al núcleo de eso que Sánchez empezaba a intuir de la transmisión y sus problemas): “primer monólogo en la ciudad de Santa Fe, frente a un auditorio sobrecogedoramente universitario que, según comprobara casi de inmediato, esperaba escuchar exactamente lo contrario de lo que yo me proponía transmitirle”. Este artículo de Sánchez está fechado en diciembre de 1971. En ese primer encuentro como escriba -él mismo se llama escriba- verifica la ausencia de “lenguaje común” : o sea se transmite buscando consenso o se asume esa ausencia de lenguaje común, se admite la experiencia de la soledad por decantación y rechazo y sin garantías: aún a riesgo de hacer reír a todo el mundo y sólo ahí, en esa soledad, aparece la necesidad de la experiencia poética: Sánchez ese día quiso transmitir eso: y sus rechazos:
“No ficcionar para ilustrar una tesis o por ficcionar en sí
No admitir la puerilidad del compromiso
Ni las convenciones del ‘escriba dios’”
Para Sánchez todavía se trataba de conquistar el silencio por la vía de la experiencia poética.
Admitió para él esta frase de Artaud: “estoy, por debajo de mí mismo, lo sé, lo padezco”.
Rechaza: “Uno: hacerse divulgador por escrito, o titular de una cátedra amenazada por el sentimiento inmediato del porvenir y por el tedio que implica toda convención hombre-que-supuestamente-sabe frente a hombre-que-supuestamente-escucha-o-lee”.
Sánchez no está por el hombre que tiene que calificar para leer o escribir: leer o escribir para Sánchez es ir hacia “un acto sin garantías posibles de tranquilidad”. Y lo aniquilaron: ¿por este desacato? Sí. La obra de Néstor Sánchez es la del artista en desacato. Esa palabra es clave en su poética. Es el escritor en desacato con el escritor patentado. Lo aniquilaron: como lo aniquiló a Leon Bloy ese crítico del Figaro.
Víctor Sklovski: “Amo cuando un hombre no entiende lo que escribe, cuando escribe como al azar, amo a los navíos extraviados que descubren continentes y les dan nombres inexactos. Atraviesan los mares verdes de algas, trazan en esos mares un camino y esas aguas calientes e inmóviles levantan los vientos”. (Carta a Iuri Tynianov de febrero del 34)
Para él: “un poema hace las reglas de su lectura a medida que uno avanza, y esas reglas se modifican a medida que uno avanza”. (Henri Meschonnic)
Lo nuevo en poesía, para Sánchez, está en “la materialidad rítmica del lenguaje” y esto nuevo no debe confundirse con la novedad de la estética – ese facilismo – no: lo nuevo es la invención o en palabras de él: “aventura humana en primera audición, cierto enfrentarse cada vez (puse énfasis en la frase) a ese terror si se quiere inefable de lo que no puede corroborarse ni siquiera valiéndose del colmo de un hambre común en nuestros días: la información fulmínea (una pausa) y al alcance de la mano”.
Una vía posible: Sánchez tacha, apenas, para revisar después, quizá, si se reedita este artículo en un libro, una frase en la que está citado Beckett: una referencia más o menos constante: él decía: ese batacazo de Beckett, Godot, que lo dejó seguir –. Tacha en grilla, para que se lea : “En este punto de inercia fue cuando se produjo parte de algo que todavía no entiendo bien: Samuel Beckett: a pesar de su fealdad y de su aislamiento se refiere en alguna parte al viejo asunto del tedio total y la costumbre, ese mismo tedio de vivir y de escribir) al que uno puede considerar el más tolerable de los males humanos a causa de ser el más permanente”. Queda esta frase, casi un aforismo, ahí, colgada en el espacio: “Qué relación encontré entre la ausencia de un lenguaje común y el tedio de Proust, entre la imposibilidad manifiesta de monólogo y mi vida actual?” Y lo pone blanco sobre negro: “Sin embargo lo único que me interesa es que me sirvió para no desistir”.
Salir, escapar de ese “tufo a lo didáctico”.
En esos días Néstor Sánchez todavía tiene esa épica que lo hace seguir. Ese no puedo pero debo en el que Beckett insiste de mil maneras posibles todavía no lo abandonó a Sánchez. En Beckett se fracasa: no se puede decir pero hay muchas maneras de no llegar a decir esa cosa.
Sánchez también llegó a esta síntesis beckettiana: “El hecho de saber que el arte siempre ha sido burgués tiene en definitiva poco interés”.
Sartre fue su bestia negra: por un tiempo: de ahí ese categórico “no admitir la posibilidad del compromiso”. Pavese su amor. Y Kerouac su libertad.
“En mi caso hay una limitación muy grande de aparato narrativo a todas esas cosas”.
Para Sánchez Buenos Aires: “Sobre todo en una ciudad como ésta que es devoradora de visión”.
Sánchez: “Tomé fuente inspiradora en el objetivismo francés, que es la limitación de los poderes personales del autor para contar una historia. Y el surrealismo y la “beat generation” de EEUU, que fueron los valores máximos de la época en me tocó escribir”.
Y el jazz: “Sí, por supuesto. Ahí está la improvisación, también se improvisa sobre un tema dado, se lo fractura. De ahí Siberia Blues que son improvisaciones sobre un barrio de Buenos Aires”.
Cuerpo de escritor.
Poema contra filosofía. Enemigos del poema: la filosofía, la poesía.
Joyce: libro de cabecera: capítulo de las preguntas y respuestas.
Sánchez: “No manejo ideas, sino que manejo imágenes que fluyen en mí si hay disponibilidad frente a la página en blanco. Veo, no pienso”.
En disponibilidad de poema.
Jazz: Charlie Parker - John Coltrane - Albert Ayler.
Aníbal Troilo.
Conciencia de saberse resistido. La novela por TE: “no hay que contar nada que pueda contarse por TE”.
Lumpen (para Sánchez): “el que tiene la conducta como oración”. Personajes lumpen: Charlie Parker. Troilo y si lo apuran Dillinger.
Algunas de sus premisas:
“El tedio que implica toda convención hombre-que-supuestamente-escucha-o-lee”. (Sobre otro monólogo)
La lectura, como discernimiento y la escritura como conocimiento.
Cuaderno de notas.
Los libros de predilección.
La educación del gusto.
Inmoralidad de la expresión fácil.
Entrenamiento de la lectura en voz alta: aprender a leer: (tono, ritmo, cadencia, la voz propia).
O sea: todo tendría que tender a voz propia.
La traducción es el lenguaje ajeno”.
Néstor Sánchez: “Orsini es una manera frontal, el marginado en estado de gracia. Sabe que el dinero es usura e infamia y que un mundo que lo venera como al dios único no puede hacer otra cosa que caer en la crueldad”.
“La escritura poemática, una vez conquistada como voz propia, ya nunca más podrá resignarse al discurso intelectual, prosaico. Más que un logro personal, es una ley que se revela”.
Sánchez va a su último libro con una sensación de imposibilidad de transmitir: el habla de “resonancia apaciguada del otro aspecto de mi aventura individual”. Ya pasó por la caminata deambulada hacia la búsqueda de sentido, el trabajo tenaz y obstinado a coscorrón en la experiencia mística con el consecuente abandono de la escritura, fracaso de esa experiencia y vuelta a la literatura: La condición efímera: “Conquista del estado de pregunta”. Toda la literatura de Néstor Sánchez se rebela contra la solemnidad. Contra los moldes de comodidad interpretativa.
Sánchez no fue al colegio: escribía lo que escribía: es casi piadoso, casi conmueve ese trabajador del viejo y gastado clero que le sigue buscando el pelo en el huevo, le hace ficha, le levanta antecedentes: lo quiere ver ceder, busca pruebas para condenarlo: ¿a qué?
Sánchez no sirve para ilustrar: es peligroso para la “nueva familia de la marginalidad cultural”, ese animal social aprendió a clasificar: no perdona a los réprobos.
Sánchez poeta del desacato.
Fue en un café perdido perdido: un rato en ese café olvidado de Dios.
Y se hizo posta: a café, a sábado de otoño, a toque entre lo divino y lo sagrado, a peloteo cómico metafísico: me llevo a remolque voz que se va a poema: una forma de vivir: siempre a banda: la alegría de mendigo celeste.
Sánchez tenía “un oído irreprochable”.
No es la primera vez que veo que se persigue a alguien por sus méritos. O se los atribuyen a otro, como hicieron con Biély. Los que saben André Biély sabrán algún día Néstor Sánchez y saben quién dijo lo mejor sobre Biély y mostró cómo lo persiguieron y saben que Irina Bogdachevski lo traduce.
Si no entendían la letra, Sánchez los mandaba beronianamente a consultar el Alma que canta.
Sánchez caminaba de Lacroze a Cabildo como por el piso de un salón.
La crónica poética de Néstor Sánchez va a sonido: los que ya no van a escuchar gurúes filosóficos encontrarán aquí una manera de saber algo de la vida unida al tiempo que pasa, a la felicidad de la vagancia, al amor que se desliza por los dedos, a los caminos que llevan a perdición, a la mirada de cadencia, a la respuesta discreta, a la risa elotiana, a lo Ismael en cada hijo de vecino, a mate cebado, a rincón oscuro, a irse, a ninguna historia que contar, a historias: todos los ojos para leer en esas briznas de líneas que escucho a saco.
Poner el oído en salto mata.
Y cuando la Historia con esa cabeza repugnante nos empezó a invadir, la escuchamos zumbona, puso al poema en la línea de fuego, nos excomulgó, nos puso a trabajo forzado, ahora nos enseña a ganar plata, nos insulta con los pesos pesados de la filosofía, esa maldición escolar nos busca debajo de la cama, nos quieren hacer contar una historia, nos desabotonan la memoria, se la reescriben, excomulgan a los díscolos, por la Historia ellos van a buena reputación, a farsa rentada.
Contar con el lector imposible y soltar el lastre de lo que se sabe de antemano.
A épica de tango, a épica de jazz, a épica de desasosiego. Ir a poesía. Como Santana iba a fomento.
Dije pescador de líneas: agrego: pescador de momentos: la línea y el momento: fijas: pero a veces a perdedor. Y siempre a ganador.
La mala reputación viene de la ponzoña de los que tienen la mano atada: el murmullo sanchístico expandía el tono misterioso, delicado, el acorde vivo y momentáneo. No enseñaba nada, no comunicaba nada, no clasificaba nada. De lo sagrado a lo divino.
Hay una risa Sánchez: es explosión a irreverencia, es una mano a rostro, es a ronda de café, a código sabatino.
Y estuve ese día junto a Mariano Fiszman: y Néstor Sánchez contó la épica de Cómico de la Lengua en Barcelona, la conquista de cada capítulo, círculos de lápiz rojo, flecha al pasado, todo el adentro lento desplegado.
La burocracia crítica no sabe dónde ponerlo: sanciona silencio: queda como cogote de gallina pasado a hornalla, religiosa, y social, finalmente el pelo de un tío o la caca de paloma se le escurre de entre las manos o se desorienta con el andante desviado: la tacada Sánchez es rápida, adhesión extrema o pasar a otra cosa.
Lo corría Horacio Ciaffardini. Así se puede leer Sánchez. Si quieren referencias. Así cantaba Raúl Berón si quieren más. Así tocaba Albert Ayler si quieren que el poema vaya a aliento.
Compro la revista Noticias y hay una entrevista a Sánchez: 23 de septiembre del 2000: Sánchez sentado entre una heladera y una pava: “¿A quién admira?” Respuesta: “A Joyce. Siempre lo mismo”. Remate: “Mi escritura siempre se inventó a sí misma. Hubo bastante improvisación”. Otra foto de Néstor Sánchez en campera encendiendo un cigarrillo. Un amigo, Gabriel Fernández, me pasa la reseña de Primera Plana –18 de abril de 1967– a Siberia Blues: eran tiempos en que los reseñistas se maravillaban ante la puntuación.
Otro recorte: Primera Plana: sección Señoras y señores: Título: “Varados – Llegó a Buenos Aires hace seis meses, enarboló un centelleante saxo-soprano y, con un par de acordes que dejó chorrear en el aire, como un reguero de oro, conquistó al público de la salita de Artes y Ciencias, en la calle Maipú. Un público que, lamentablemente, reveló ser mucho menor de lo que STEVE LACY (34) había calculado cuando arribó a la Argentina para someterse a las estipulaciones de un contrato no demasiado favorable, que había promovido la mujer del trompetista de su cuarteto, Enrico Rava. De modo que pese a las excelencias de Lacy (discípulo y colaborador de Ornette Coleman, y también de Thelonious Monk, aclamado por sus discos y participación en festivales europeos), la suerte no le ha sonreído en la Argentina. Al punto que está pensando seriamente en ser repatriado por la Embajada de su país, los Estados Unidos; pero surgen problemas para la repatriación de su mujer, del trompetista y del baterista y el contrabajista, ambos negros sudafricanos. La situación es desesperada, y lo peor es que se esfuman las posibilidades de cumplir los contratos que, a partir de noviembre, tenía pendientes en USA el apóstol del free jazz”.
En esa estadía Steve Lacy vivió en la casa de Néstor Sánchez. Así era ese mundo, así eran esas almas: eran las mejores: no eran ninguna corriente: eran poetas en la vida real.
Otro recorte, en Radar libros del 29 de octubre del 2001: Néstor Sánchez: “El jazz alienta la emoción, convoca ganas de vivir, hurga en la rajadura de la tela”.
Steve Lacy se deschavó: se embuchaba dos botellas de ginebra por día, le dijo a Sánchez que cuando hacía heroína se miraba durante doce horas la cutícula. Acá se quedó en banda. Néstor Sánchez se fue a banda en París: (está en la conversación con Claudio Sánchez)
Néstor Sánchez: “Carlos Riccardo intuye, creo, la influencia decisiva que tuvo en mí la ética-estética del jazz de improvisación. Los grandes músicos de jazz tuvieron, a su modo, el horror de los moldes de facilidad. Siberia Blues (el mito tribal lumpen) presentaba todos los atributos para transformarse en un fresco naturalista con tentación de realismo testimonial. Al tratarlo como una improvisación sobre un tema dado, conquisté el tono requerido, conquisté su marginalidad”.
Mariani: “Mucho antes había comenzado mi amistad con Néstor Sánchez, él escribía escuchando siempre algún disco de jazz, escribía y de fondo estaba Coltrane. Varias veces llegué a su casa y parecía drogado, absorbido por la escritura. Era una cuestión de ritmo. A él le debo la publicación de mis 7 historias bochornosas en Sudamericana. Creo que Sánchez llegó al corazón de la literatura, una obra donde no hay casi personajes, ni historias evidentes. La obra de Sánchez es una metáfora sobre la incomunicación, la ansiedad de sobrevivir y también sobre la muerte. Por ello llamó Siberia al área donde había nacido, Villa Pueyrredón, esa soledad en medio de la ciudad”. (18 de enero del 2004)
Jorge Asís: “Su prosa era un encanto: luminosa, soberbia, perfecta”.
Néstor Sánchez es irreal, y no le pongo comillas, tan irreal como cuando en el bar La Ópera habló de Orsinis.
Orsinis es aceite sobre el fuego. Sánchez lo escribió pidiéndole lo imposible a la voz, y además, diga lo que diga, ahí ya se fue a free.
Ir a página: despojado.
Escribió Siberia Blues, escribió “Diario de Manhattan”, vio al “ángel tuerto”, al que sospechaba de subvencionar amigos, no escribió novelas por encargo, fue a tango, fue a jazz, toda su obra es una gran tratamiento del odio: “El odio es inconcebible. Se necesita una enorme pobreza para odiar”, buscó el rigor terminantísimo, reverenció Ángel subterráneo, resaltó esta línea del tango Garras: “Busco desolado tu calor, y aquí no estás”, pescador de líneas, voz y contra voz en esas líneas de Sánchez, citadas sanchísticamente, líneas de lo imprevisible, línea a estado de gracia, a baile, línea a turf, voz a ínfimo.
Hugo Savino
hugosavino@hotmail.com
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