LA YAPA 7, entrevista de Victoria Morana


Esa diversidad simplísima. Etcétera.

“Preparar pacientemente, amorosamente, un estado de sinceridad irremisible” fue su propuesta de trabajo. Una entrega absoluta en la escritura, casi un abandono del estado de conciencia; como él decía la única posibilidad es hablar desde uno mismo, encontrar la voz interior. Conocí a Néstor Sánchez cuando un amigo me contó que estaba dando clases a un grupo y que había posibilidades de participar en él. Comencé el taller a principios de la década del ’90 y esa cita, de su autoría, fue la frase que nos hizo copiar en nuestros cuadernos el primer encuentro, punto de partida para el trabajo.
Escribir y comenzar a corregir, a agudizar el ojo. Y más que leer, nos explicaba, que debíamos aprender a leer, entender cómo está construido el texto, ver hasta el mínimo recurso, y tratar de comprender la lógica sutil que eso crea, provoca; buscar el sentido en los soportes técnicos, más que en una simple anécdota.
Néstor Sánchez construye su narrativa tomando elementos del jazz, del cine, del surrealismo. Trabaja sobre sus personajes con la premisa específica de que la mirada determine los límites absolutos de la acción, sin ir más allá de lo que ellos mismos puedan decir o hacer. La búsqueda de un estilo donde se fusionen la poesía y la prosa, donde lo esencial es el trabajo con el lenguaje, el ritmo, lo sonoro. Tal vez todos estos elementos, y otros del cotidiano, un deber ser con el cual él no estaba de acuerdo, hicieron que su obra no entre en el canon de esa época, por lo menos en esa Buenos Aires. Publica Nosotros dos (1966) Viaja por diferentes países, y con finalidades distintas. Trabaja como traductor de autores italianos y franceses y hacia fines de los ’80 vuelve a la Argentina.
Siberia Blues (1967) El amor, los orsinis y la muerte (1969), Cómico de la lengua (1973) son las novelas que componen su obra. Luego de su regreso a Buenos Aires publica La condición efímera (1988) único libro de relatos.
Compartimos mates y charlas de taller un par de años. Tiempo después, tuve la posibilidad de hacerle un reportaje, que fue publicado en una revista en septiembre del ’97. Como no era específicamente literaria, pude tener la ocasión de preguntarle sobre su historia, sus recorridos. Eso que quedaba fuera del taller, porque él solo hablaba de otros grandes escritores, y de él todo era y se volvía una referencia literaria. Sabía escuchar y compartir conocimientos, saberes, otro aprendizaje que sólo es posible con buenos maestros.
Vino a mi casa, lugar donde nos reunimos en los encuentros del taller. Acordamos algunas cosas, y demasiado pronto para mí me pidió que encienda ese aparatito.

V.M.: Comencemos desde el principio, los inicios.
N.S.: Nací en Villa Pueyrredón, entre Urquiza y Devoto. Hice allí el colegio primario y el secundario, en el Mariano Acosta. Después murió mi padre y tuve que dejar; él era ferroviario. La literatura apareció desde la época del colegio secundario, y a escribir concretamente poesía comencé a los 18 años, aunque no llego a publicar. Después vino el intento que está en todos mis libros, el de fundir la poesía con la prosa. Entonces ya no busqué el poema sino que busqué el ritmo de la narración.
V.M.: ¿Esto está presente ya en el primer libro que publicaste?
N.S.: Comencé publicando en Sudamericana “Nosotros Dos”, después “Siberia Blues” y “El amor, los Orsinis y la muerte” después de un viaje a Chile y Perú. Obtuve una beca para ir a los Estados Unidos a Iowa. Viví en Venezuela un tiempo y de allí fui a Europa. En España escribí “Cómico de la lengua” y reeditaron todos mis libros en Seix Barral.
V.M.: Alguna vez contaste que habías trabajado también como periodista.
N.S.: Si, hice crítica literaria firmada en Primera Plana y también trabajé un tiempo en Confirmado. Después me dediqué a la traducción del francés, en Venezuela y en España. Me pagaban muy bien, como autor, no como ahora que está tan mal pago. En España traduje del italiano y del francés a escritores como Cesare Pavese, Luis Ferdinand Céline, René Daumal, Henri Muchaux y otros. Acá, en Argentina, traduje a Simone de Beauvoir. Pero donde más traducciones hice fue en España.
V.M.: Cuando escribiste tu primera novela ¿pertenecías o participabas de algún grupo literario?
N.S.: No, pero tenía amigos y formábamos naturalmente un grupo. Todos nuestros encuentros eran literarios, leíamos en común, sobre todo poesía. A mí me interesaba más la poesía Argentina que la prosa. Algunos de mis compañeros eran Bayley y Madariaga; también era amigo de Paco Urondo, de Enrique Molina. Nos encontrábamos una vez por semana. Sacamos una revista que se llamó Baires, pero salió un solo número. Esto era más o menos alrededor del ’63.
V.M.: ¿Cuál fue el motivo para hacer tu primer viaje?
N.S.: La idea era ir a Chile y a Perú, y luego a Europa. Pero una contingencia personal me hizo volver a Buenos Aires. Después salió una beca en Estados Unidos. Me quedé cuatro meses porque no soporté el frío y la soledad de Iowa. De ahí me fui a Venezuela, estuve unos siete meses y me casé por tercera vez. Luego me fui a Europa, a Italia, donde vive mi hermano; y de allí a España, donde me fue muy bien.
La editorial Seix Barral me pagó para escribir mi libro “Cómico de la lengua” que ya tenía iniciado, me ofrecieron varias traducciones y reeditaron mis libros. Después me fui a Francia, viví siete años en París y trabajé para Gallimard como lector. Luego regresé a Estados Unidos, viví ocho años en Nueva York y en Los Ángeles. Continuaba trabajando , también, como traductor.
V.M.: Luego venís y te quedás definitivamente acá
N.S.: Si, y publico el primer libro de relatos La condición Efímera
V.M.: En uno de los relatos, Adagio para viola d’amore, le hablás a ese viejo querido, que fue Juanele?
N.S.: Sí, yo lo conocí. Fui a Santa Fe y de allí cruzamos a Entre Ríos. Me llevó el que era su lazarillo, Hugo Gola, a quien está dedicado el cuento. Él lo acompañaba a todas partes donde viajaba Juanele.
V.M.: ¿Qué escritores argentinos son los que más te interesan?
N.S.: Bueno, me interesan los poetas, como Enrique Molina, que murió hace poco. Edgard Bayley, Francisco Madariaga. Alejandra Pizarnik, aunque creo que ha sido un poco exagerada por su muerte, pero está bien. Sin duda Leopoldo Marechal, Julio Cortázar por Rayuela, no por todo. Y Borges, pero no como poeta, se insiste en él como poeta y no es bueno, en cambio Otras inquisiciones es un muy buen libro. De los escritores nuevos no sé.
V.M.: ¿Hay algún o algunos libros que releas?
N.S.: El Tao Te King es un texto fundamental. Releo a Joyce, que es un libro de cabecera, sobre todo el capítulo de preguntas y respuestas que me parece un hallazgo, me sirvió mucho para Cómico de la lengua como factor inspirador. En general hay en mí un cansancio de lecturas, no siempre acudo a viejas lecturas.
En Nosotros dos hay una influencia del Cortázar de Rayuela, que fue su libro fundamental, por eso puse el epígrafe de él en la novela. Él fue además quien recomendó su edición a Sudamericana. Nosotros nos escribíamos y luego lo traté estando en París. También recomendó la traducción al francés de mis libros a Gallimard.
V.M.: ¿Cuál es la manera en que escribís una novela? ¿Seguís algunas pautas?
N.S.: No hay un plan, van apareciendo las cosas, hay una idea general de lo que va a ser el libro, pero es muy vaga. Un capítulo trae otro, lo importante es la voz que aparece, o las voces.
V.M. ¿Pero sí hay una tarea de corrección?
N.S.: Si, una ardua tarea. Pero nunca cambio un capítulo, solo frases o el estilo.

La historia invertida de una carencia.

“¿Entonces toda memoria, toda memoria personal y por lo tanto apesadumbrada por el sin ton ni son sobreentiende, fundamentalmente, el olvido, la desmemoria? Es decir que solo quedaría recordar que se ha olvidado tanto, a fin de que algún día (ni cercano ni demasiado probable) admitir ese incierto y mucho más evasivo recuerdo de tanta desmemoria. ¿O sea que cualquier vida puede ser contada en diez minutos?
Dicho de otro modo: esa devastadora desmemoria destiempada y desarticulable.” Fragmento extraído del libro “Cómico de la lengua”

V.M.: Se ha dicho que la muerte es el tema central de tus libros. Sin embargo la memoria, el olvido son temas recurrentes en toda tu obra narrativa.
N.S.: En el paso del tiempo está la muerte, la vejez, la inexorabilidad del tiempo que transcurre. Esa era mi arte poética para decirlo de algún modo. Y el tiempo se encargó de demostrármelo, porque ya llego a viejo. Hay también una relatividad en la memoria, una imprecisión, en los hechos que se narran y hay que hacerse cargo de esa imprecisión.
V.M.: ¿Esa relatividad, se relaciona con el uso de ciertas expresiones desde su negación?
N.S.: Está en la relatividad de la visión del autor. El autor sabe y no sabe lo que sucede, el libro se va construyendo por asociación. Es el contrario de un narrador omnisciente, del autor-dios, como lo llamaban los objetivistas franceses, aquel que lo sabía todo y estaba a la cabeza de los personajes, que podía decir que piensa un personaje. En mi caso hay una limitación muy grande del aparato narrativo, un intento de renunciar a todas esas cosas. Es lo que me propuse desde mi primer libro, Nosotros Dos.
V.M.: La reconstrucción de la historia por lo tanto siempre será fragmentaria
N.S: Yo digo que el ritmo de lo que ocurre es la mejor frase que encontré para decir lo que es mi trabajo narrativo. Porque el ritmo va produciendo la sucesión de imágenes. La historia interesa y no interesa, el lenguaje interesa más que la historia. Yo tomé como fuente inspiradora al objetivismo francés, que es la limitación de los poderes personales del autor para contar una historia. También, al surrealismo y a la beat generation de los Estados Unidos, que fueron los valores máximos de la época en que me tocó escribir.
V.M. Y el jazz
N.S.: Si, por supuesto. Ahí está la improvisación, también se improvisa sobre un tema dado, se lo fractura. De ahí Siberia Blues que son improvisaciones sobre un barrio de Buenos Aires. La Siberia era acá, en Villa Urquiza, un barrio de inmigrantes de difícil acceso, muy peligroso, en la frontera entre Villa Urquiza y Saavedra. Siberia es un intento de que el lector participe de la escritura. A mí la crítica me dijo siempre que los míos eran textos oscuros, de difícil lectura. Yo no luché contra eso, lo acepté como una desgracia porque mi intención no era la oscuridad En mi escritura lo que pasa es que predomina la improvisación, como todo es autobiográfico, todo se relaciona con mi propia vida, sería el ritmo de lo que ocurre lo que procuré hacer.
V.M.: ¿Entonces para la crítica de ese momento involucrar al lector era un sinónimo de oscuridad?
N.S.: La oscuridad venía de eso, de la participación del lector que se descarta en la escritura. Lo mío era una aventura poemática. Cuando se lee un poema no se busca suspenso, se lee el poema en sí. Y también puede pasar con la prosa que se puede leer como poesía. Es lo que yo hago, unir la poesía a la prosa. En general se busca una lectura fácil llena de concesiones al lector, lo que comúnmente llaman gancho.
V.M.: En las novelas hay constantes desplazamientos y viajes.
N.S.: Bueno fueron mis desplazamientos al mismo tiempo. Más que lo autobiográfico están los hechos vividos. No hay imaginación. Si la hay es en muy pocas dosis, por lo general son cosas que me sucedieron. Nosotros Dos es una historia en Buenos Aires, está el tango, los bares, la primera mujer. Después de eso se transforma, viene el espacio tierra, y empiezo a viajar.
Yo sentí la necesidad el irme de Buenos Aires, para ampliar el espectro de visión del mundo ir al mundo. Esa era la convicción que tenía. Eso me pasó después de Siberia, me di cuenta que quedándome en Buenos Aires se empañaba el espectro de visión, se empequeñecía y los viajes abren otras posibilidades.
V.M. Es una forma de exilio
N.S.: Es una adecuación a nuevas condiciones de vida y a ver el propio país desde fuera. Se lo ve distinto, cambia la visión. Encerrado en el país se está muy limitado. Sobre todo en una ciudad como esta que es devoradora de visión.
V.M.: ¿Se puede leer parte de la historia del país, o una visión de ella, a partir de tus textos?
N.S.: Una novela deja sentir un poco la época en la que fue escrita, no creo que se coloque fuera del tiempo. Pero de ahí a que sirva para una lectura de la historia, creo que es un poco diferente, creo que el autor tiene que proponérselo para que se cumpla. Bueno, ahora ha dejado de ser pasión pero en mi época de juventud lo del escritor comprometido políticamente era un factor ineludible de escritura. Ahora pesa menos ese fantasma, pero en ese momento era muy arduo no entrar en ese código. Cuando escribí Nosotros me permití tomarme el atrevimiento de renunciar a esa imposición de un escritor comprometido, y vincularme más a la poesía. Y ahí vino el compromiso mío, que fue de otro tipo, con la poesía.
V.M.: Era una propuesta estética diferente
N.S.: Sí, una nueva estética. Esto fue una decisión personal. No había círculos que defendieran la relación poesía prosa.



“Y usted no dijo todo poema es y será la historia invertida de una carencia o, con un poco menos de afectación: estamos realmente abandonados en medio de todo lo que queremos. Usted descreyó una vez más de toda palabra, en plena vejez, en la misma provincia de casi toda la vida” Tomado del relato “Adagio para Viola de Amore”, publicado en La condición efímera.

V.M.: Y ahora
N.S.: Ahora vivo el sinsabor de la Argentina que proponen. No tengo demasiada idea política como para expresarme pero es un momento difícil de identidad. Estoy empezando a escribir, después de mucho tiempo de silencio, desde La condición efímera que no escribía, y como fueron relatos le perdí la mano a la novela. Me quedó el sabor del relato y quiero volver a escribir una novela. Actualmente trabajo también con talleres, con alumnos individuales. En el taller trabajamos lectura y escritura, lectura de distintos textos y escritura obligada de temas fijos que propongo, después se hace una corrección en común.
En eso estoy, se me hace muy difícil porque, como digo siempre, ha pasado la épica para mí. La épica de los viajes, de la juventud, el cambio de escenario y la épica de la muerte si se quiere. Ahora por proximidad la muerte es una cuestión mucho más real, antes era un fantasma que me perturbaba sobremanera, pero no dejaba de ser un fantasma porque faltaba mucha vida por delante. Pero ahora ya queda poca vida futura y entonces la épica ha sufrido un deterioro. Salvo que tome la vejez como otra épica.
V.M.: Cambia el sentido
N.S.: Cambió de máscara, ahora más temible. Tiene que ver con el inicio de la vejez y nada más. La novela va a ser autobiográfica, el tiempo que viví en los Estados Unidos y Nueva York. Mi época en Estados Unidos fue un corte radical de todas mis relaciones, me quedé muy solo, estuve enfermo también. Ahora tengo amigos nuevos que no tenía antes, que se hicieron cuando llegué. Lectores de mis libros que se interesan en mi escritura. Para editar no tengo problema, me pidieron de Seix Barral y de Tusquets.

Me hace un gesto con la mano. Apago el grabador. Creo que ya está, dice y se queda callado. Lo veo cansado y más ensimismado. Se levanta despacio y se retira. Esa fue la última vez que lo volví a ver.


María Victoria Morana.

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